Del estado de Montana a Barrio Barrero en Rincón, Puerto Rico. En esta dirección se ha trasladado la familia Hollenback-Adams hace un mes cuando decidieron intercambiar el frío, los caballos y las montañas del Midwest, por el calor, los flamboyanes y las olas del oeste borincano.
Karen, a quien conozco desde el año 2000 cuando estudiábamos en Northeastern University, en Boston, Massachusetts- es el motor principal detrás del deseo de querer instalarse en el Caribe. Hace más de dos décadas pisó Puerto Rico por primera vez, cuando la invité a quedarse unos días en la casa de mi madre y éramos estudiantes de bachillerato. Desde entonces no ha hecho otra cosa que querer regresar. Uno de sus rincones favoritos es Vieques, donde visita cada vez que puede y en el 2008, se trasladó durante un tiempo.
«Me presentaste a Puerto Rico hace 23 años. Me enamoré en ese momento y he regresado varias veces desde entonces. Cada vez que estoy aquí me enamoro más, existe algo muy especial de esta isla. Mi esposo y yo estuvimos decidiendo dónde queríamos instalarnos durante este año que estaremos en licencia sabática de nuestros trabajos. Aquí puedo surfear y él puede pescar, que es lo que nos gusta. Puerto Rico lo tiene todo y hay tanta cultura aquí…»

Y como desde siempre estuvieron claros de que Puerto Rico se convertiría en su nuevo hogar durante un año, solo restaba gestionar la logística para poder hacer de este sueño una realidad. Consiguieron alquilar su propia casa en Montana y a la vez alquilar una casa en un barrio residencial de Rincón llamado Barrero. También adquirieron recientemente un carrito usado para poder trasladarse por la isla y cada día que pasa se van acoplando más a su nueva realidad. Ahora se preparan para la temporada de huracanes de la mejor manera que pueden.
El matrimonio, quien están prontos a cumplir una década juntos, se conocieron en el estado de Oregon mientras completaban un entrenamiento para convertirse en paramédicos. Actualmente Robb trabaja turnos de 24 horas en los que pernocta en la estación de bomberos de Missoula hasta que él y su equipo son alertados de alguna emergencia que deben atender. Gracias a la buena posición que tiene en su empresa, se le concedió sin problema una licencia sin sueldo para poder trasladarse a Puerto Rico con su familia hasta junio de 2024.
En el caso de Karen, actualmente trabaja a tiempo parcial como supervisora de paramédicos en Montana y el resto del tiempo cuida a sus hijos Evelyn, 8 y Cy, 6. Los pequeños también son aficionados del mar, de jugar descalzos en el patio bajo los árboles de mangó, panapén y plátano y, sobre todo, de comer arroz con habichuelas. Aunque aún no hablan español y eso les causa un poco de ansiedad, sobre todo a Evy, esperan poder aprender el nuevo idioma. En un mes estarán comenzando su semestre académico en una experiencia de inmersión cultural total en una nueva escuela bilingüe junto a niños puertorriqueños y otros estadounidenses como ellos.
Durante el tiempo que estarán en Puerto Rico, para Karen es importante también aportar algo a la tierra que la está acogiendo a ella y a su familia. Me muestra desde su celular un correo electrónico en el que leo brevemente que estará asistiendo a un entrenamiento de rescate en unos meses. «Estaré haciendo un entrenamiento en California para poder convertirme en voluntaria de Team Rubricon, una ONG que maneja muchos fondos y está haciendo la diferencia. Llevan en Puerto Rico desde el huracán María. Seré parte de un equipo médico que responde a desastres naturales en todo el Caribe. Estaré adquiriendo destrezas para poder desempeñarme en esa área», dice.
Y aunque pareciera ser que el plan va viento en popa y de maravilla, Karen me recuerda que no todo es color de rosa. En febrero de este año, su hermano Davie de 28 años falleció inesperadamente de una convulsión mientras dormía. Era su único hermano por parte de madre y su alma gemela. Me enseña fotos desde el celular de Davie cargando a sus sobrinos, Evy y Cy. «Era el mejor tío, ellos lo amaban», dice Karen. Ahora ella lo recuerda cada mañana a las 5:30 cuando despierta para tomar café, sentarse en silencio a admirar su nuevo patio, practicar yoga y sentir la presencia de su hermano menor. Dice que percibe su energía, pero realmente quisiera tenerlo en persona para poder compartir la maravilla del verdor que la arropa desde su nuevo hogar. Puerto Rico se ha convertido ahora también en un espacio de duelo y de sanación para ella y su familia, donde la meta es estar presente, siempre presente.

«De esta experiencia me gustaría que mis hijos recordaran la apertura que existe aquí. Lo unidos a la familia que son los puertorriqueños. Creo que existe una actitud relajada y de estar muy presente en el momento. Por ejemplo, cuando alguien entra a un restaurante y le dice buen provecho al que come. La gente se mira, se reconoce y está muy presente consigo misma. En casa por ejemplo, siento que la gente se encaja en su mente y no disfruta el presente tanto como acá».
En los cinco días que compartimos con la tribu Hollenback-Adams en su nueva casa de Rincón, estuvimos también muy presente en el momento. Es difícil no hacerlo, pues la energía de esta familia es muy especial, muy positiva, muy brillante. Por eso a Karen no le preocupa que la comparen con otras gringas, pues aparte de defenderse muy bien con el español, «me estoy adentrando en esta experiencia con una mentalidad de humildad», dice.

Desde la última vez que piso Puerto Rico sin embargo, los cambios son muy perceptibles. Decidimos conducir hasta el complejo de apartamentos Playa y Sol, sede de un campamento en defensa del medioambiente que lucha en contra de las construcciones ilegales de la zona. Allí observamos un colorido mural que expresa, por medio del arte, la lucha por la protección de los tinglares y careyes, las playas, costas y el país. Dice que lo más que le ha impactado de regresar en estos momentos es la presencia masiva de Airbnbs. «Están en todas partes. En Vieques sobre todo, lo noté mucho y es demasiado. Se ha convertido en un exceso de algo bueno y eso lleva a la gente a aprovecharse, a no respetar a los locales ni su cultura. La gente ya no puede pagar el costo de la vida en Vieques, esto lleva al desplazamiento de personas. En el 2008 lo que había era un par de guesthouses y ahora ya es algo masivo».

Entre sol ardiente y lloviznas ligeras continuamos el camino. Visitamos el Faro de Rincón, Villa Cofresí, el casco del pueblo, algo de Añasco y paramos en un restaurante en lo alto del todo a degustar una fría Medalla y un buen mofongo relleno de langosta con pastelillos de carrucho por el lado.


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