Comunicadora, docente y madre.
Escribo desde Puerto Rico.

Vivir en Islote

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Entre dos reservas naturales, la Carretera 681 atraviesa los 19 kilómetros que dividen los pueblos de Barceloneta y Arecibo. La serpentina pasa muy cerca de la playa rocosa, atraviesa humildes casas de madera con techos en cinc, otras con animales de granja, ganado y siembras de frutos y árboles diversos. Algunas casas yacen en la misma orilla del mar, en conexión permanente con el agua.

Quienes tienen patio, lo decoran con uveros de playa, palmeras, robles criollos, guayabos, matas de guineo y flores silvestres. El camino de la 681 también recorre restaurantes, barras, talleres no oficiales de mecánica, negocios caseros como barberías, marquesinas de casas desde donde venden hamburguers o pinchos, y algunos food trucks. La economía subterránea parece predominar. La mayoría de quienes viven aquí son personas trabajadoras de clase media y media baja. Se las buscan. Y todos comparten ese vínculo directo con el mar y la idiosincracia del barrio donde viven.

En estas aproximadas 850 cuerdas de terreno viven poco más de 5000 personas. Aquí coexiste con la necesidad, el lujo y se observa en las viviendas (enormes, lujosas, cercadas) compradas por extranjeros pudientes, cuyo estilo denota cacofonía con el entorno. No encajan estos dos mundos y se palpa tanto el abandono como la gentrificación que la nueva modalidad de viviendas de alquiler corto ha causado. La desigualdad se ensancha.

De acuerdo con el último censo poblacional del 2023, en Islote, el salario promedio anual oscila entre los $10 y los 15 mil, una cantidad muy por debajo del nivel de pobreza. Las estadísticas demuestran que la pobreza se debe a falta de estudios y a una gran disparidad entre salario y costo de vida. Las oportunidades son limitadas y las necesidades son muchas. Por eso tantos optan por marcharse.

Aparte de residentes locales y extranjeros, hoy día son muchos visitantes quienes transitan por la famosa carretera 681 los fines de semana, sobre todo para chinchorrear. Mucho tiempo antes, sin embargo, en la época pre colombina, el barrio Islote fue poblado por indios taínos.

Nos recuerda este pasado, la imponente Cueva del Indio, yacimiento arqueológico donde se encuentran algunos de los petroglifos más importantes del Caribe. Esta estructura ubica justo en frente de la infame estatua que hace homenaje a Colón, que representa un sin sentido, que a pesar de encontrarse sin terminar, por ser construida en bronce por un arquitecto ruso y ser la más alta en toda América, sigue atrayendo turistas a diario. 

Aunque la historia de Islote no es muy conocida y las investigaciones dedicadas a este tema son limitadas, sí existe un libro de memorias históricas que recoge crónicas y recuerdos del barrio que vio nacer a personajes, como el profesor Ernesto Álvarez. Se titula Islote: geografía, historia y cultura en la zona entre Arecibo-Barceloneta.

Cuenta el profesor, quien se ha dedicado a estudiar la historia de este barrio y que es además poeta, que la herencia taína de Islote aún predomina en la actualidad.

El Prof. Ernesto Álvarez participa de charla sobre historia de Islote en sede Yo Amo el Tinglar (8 de marzo de 2025).

“Boán es el nombre de un sector de Islote hoy. Al iniciar la historia con la invasión hispánica, debió ser un cacicazgo, pues el nombre geográfico ha sobrevivido a través de siglos. ¡Hasta el sol de hoy!”.

En Boán vive el profesor y fue el sector de Islote donde primero viví yo también. En esta tierra se crió el padre de mi hijo y una gran parte de su familia.

El área adyacente al Caño Tiburones, fue, según Álvarez, en la década de 1940- un pantano reclamado para el uso de la agricultura a principio del siglo. A través de las reformas de tenencia de las tierras de estos tiempos, dichas cuerdas se hicieron disponibles para el cultivo de la caña y para la crianza del ganado.

Recuerda el historiador, otro episodio del pasado remoto de este barrio, cuando existía transporte público marítimo.

“Durante mi infancia, había el ancón que transportaba a la gente de Arecibo a Islote por el Río Grande, área cercana a su desembocadura, desde El Fuerte hasta Vigía. El ancón no era el embarcadero donde se abordaba, sino una balsa amplia que impulsada por una pértiga hacía avanzar Pepe Marín por el río entre el Manglar de Jareales hasta alcanzar la banda oriental del cuerpo de agua”.

La mala administración política, el cambio climático, la migración masiva, la pobreza y los cambios demográficos, entre otros factores, son los problemas que más afectan al barrio en la actualidad.

Históricamente, Islote ha sido y continúa siendo víctima de atropello medioambiental. Con pobre y limitado apoyo por parte del Departamento de Recursos Naturales, es la propia comunidad y sus líderes ambientales, quienes se han dado a la tarea de proteger sus reservas y espacios naturales.
Libro del Prof. Ernesto Álvarez dedicado a la historia de Islote.

Estas memorias son producto de ese pasado a quien Álvarez le asigna un lugar especial en las páginas de su libro sobre la historia del barrio. Y no es el único.

Por mi parte llevo casi 10 años residiendo en Islote. Fui adoptada por este barrio y desde que llegué aquí, no he querido moverme a ningún otro lugar. Siempre me atrajo la idea de vivir entre mar y montañas y el campo costero convertía ese sueño en realidad. A menudo venía desde San Juan a bañarme en las playas de esta costa.

En el 2014, regresé de vivir en Europa y convertí a Arecibo en mi residencia.

Luego, tras el paso del huracán María en el 2017, conecté mucho más con el barrio Islote, gracias a una comunidad de amigos que me acogió y representó un importante grupo de apoyo durante esos difíciles tiempos que atravesamos todos. Más tarde, pasaría varios años buscando casa en Islote y en el 2020, unos meses antes de convertirme en madre, adquirí mi primera propiedad en este espacio privilegiado y desde entonces, aquí vivo y crío a mi hijo.

Lo que más me ha cautivado en esta última década de conexión con Islote, ha sido el sentido de comunidad tan fuerte que se respira aquí. Y aunque bien es cierto que vivimos cada vez más aislados, en Islote la gente se conoce. Se llaman de nombre, se saludan con abrazos, comparten una fuerte convicción y pasión por su terruño, un pasado y unas tradiciones en común.

Islote es un microcosmos de Puerto Rico bien acentuado, con sus luces y sombras, personajes entrañables y dramas humanos. Una isla dentro de otra que es hogar de personas de gran valor, un patrimonio histórico, cultural y arqueológico impresionante y sobre todo, muchas historias que contar. 

Myrna Concepción dirige la iniciativa Yo Amo el Tinglar, que busca conservar y proteger las tortugas marinas en la costa norte de Puerto Rico.

Con el propósito de contar estas historias y conectar con la comunidad, en la sede de Yo Amo el Tinglar– un proyecto de protección y conservación de tortugas marinas en Islote, liderado por Myrna Concepción y otros voluntarios- se celebró un evento que pone en evidencia la conexión y magia de Islote.

Natasha Sagardía, ex campeona de body boarding a nivel nacional, argentina de nacimiento e isloteña por adopción, impartió una charla para el público presente sobre su iniciativa sin fines de lucro, Fundación Luciérnagas. Precisamente por la fuerte conexión que siente Natasha con el barrio Islote, donde reside desde hace 20 años y cría a sus dos hijos, se ha dado a la tarea de crear alianzas comunitarias con el fin de conectar, educar y conservar la cultura de este espacio.

“Todos nosotros que estamos aquí y que amamos nuestro archipiélago, tenemos una relación con el agua particular, porque de alguna manera estamos flotando en el medio del mar, o en el medio de dos: el océano y el mar. Así que, mantener esa relación en este islote, es incluso muchísimo más poderoso porque nos ata a una historia de civilizaciones que se han ido desarrollando a través de sus cuerpos de agua”, dice.

La Dra. Natasha Sagardía es residente de Islote y profesora de Sociología en la UPR, recinto de Río Piedras.

Entre los presentes se encontraba Ernesto Álvarez, quien vendió a algunos interesados su más reciente libro de poesía sobre Islote. También estaba el artista Osvaldo de Jesús, serigrafista que rinde tributo a la ornitología local entre otros símbolos de este barrio. El evento fue organizado por Yo Amo el Tinglar y Myrna Concepción, líder comunitaria, matriarca y protectora de las tortugas marinas. El arqueólogo Renier Rodríguez, quien aunque no es isloteño, pasa mucho tiempo en el barrio, también asistió al evento. También compartieron el espacio otros docentes de la Universidad de Puerto Rico en Arecibo (UPRA), expertos en herpetología, hongos, física y geografía, personas de la comunidad, niños, adultos mayores y aficionados. Un popurrí de personalidades que forman la magia de este barrio.

Sede de Yo Amo el Tinglar donde se celebró el evento comunitario.

La historia cultural nos brinda una conexión esencial con el espacio natural. Esto nos proporciona un sentido de mayor permanencia, una sensación de querer quedarnos en nuestro terruño y de luchar por él. En Islote la conexión de sus residentes con el mar y su entorno es poderoso. Las tradiciones, los deportes y las prácticas culturales celebran ese vínculo entre océano y personas, el sincretismo religioso, la pesca, el surf y otros elementos de lucha y resistencia. 

Vivir aquí es realmente una bendición.

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