
“A veces hago las cosas o las pienso con mente europea, pero también intento imitar a los chinos para aprender de ellos. Quiero alejarme de la mentalidad eurocentrista. En Roma como los romanos, ¿verdad?”, dice Tomasz Solak, un polaco treintiañero oriundo de la ciudad de Opole, quien lleva en China trabajando como educador desde hace dos años.
Conocí a Tomasz en una aula de la Wyzsza Szkoła Filologiczna we Wrocławiu (WSF), una universidad privada especializada en el estudio de lenguas y ubicada en la ciudad polaca de Breslavia. Yo daba clases de español en dicha institución, mientras él cursaba su máster en Filología Hispánica. Era uno de dos varones entre quince mujeres estudiantes. Sus canas y espejuelos siempre le otorgaron un look serio, profesional, e incluso intelectual. Recuerdo poco sobre su participación o desempeño en clase, pero no dudo de que fuera muy valioso.
De ese capítulo han pasado ya casi tres años y no supe más de Tomasz hasta que por casualidad un día mientras planificaba un viaje a China para el verano de 2016, vi que había comentado en la página de Facebook de una amiga en común y que en su nombre aparecían caractéres chinos. Segundos después entré a ver su perfil y pude leer que en su ciudad actual ponía Chongqing, una importante urbe china donde se encuentran los ríos Yangtze y Jialing. No tardaríamos mucho en ponernos en contacto nuevamente y coordinar una parada en mi agenda de viaje, para incluir una visita a mi exalumno, hoy día amigo, en su nuevo hogar adoptivo.
“Estos niños tienen la posibilidad de conocer otros mundos fuera de la ciudad, pasar unos días alejados de sus padres. De este modo se desarrolla la cooperación entre los chicos; se ayudan mutuamente. Aprenden -tal vez no conscientemente- sobre importantes enseñanzas de vida”, expresa Tomasz.
“El objetivo principal de la excursión era celebrar la graduación de los niños y caminar desde el pueblito donde pernoctamos hasta la región autónoma de Hui de Ningxia en Mongolia interior, un trayecto de ocho kilómetros a través del desierto”, dice Tomek. “Yo estaba muy sorprendido de que los niños quisieran hacer el senderismo. Estaban cansados, pero seguían caminando- fue impresionante.”
“Cuando voy a Tibet tengo sentimientos encontrados. Por una parte veo que el gobierno chino ha hecho mucho en la región, sobre todo en términos económicos, en cuanto a infraestructura y desarrollo- y con eso me siento bien. Por otra parte, estoy consciente de que los comunistas chinos intentan imponer su cultura, que a los tibetanos se les margina y discrimina, y con eso me siento muy mal”, expresa el señor He.
En los dos años que lleva Tomek en Chongqing, ha aprendido más que con cualquier libro de historia. Sobre Tibet, sobre China, sobre historia, cultura, filosofía… Ahora se interesa también por conocer el budismo y por mejorar su mandarín y sus destrezas tocando piano. Insiste en que también ha aprendido a educar. No solo a dar clases de lenguas y a enseñar, sino a educar. A pesar de sentirse aún como uno de afuera, admite que de este modo, a través de los niños, logra acercarse más a China y a su cultura.
Recientemente Tomasz alcanzó otra meta profesional. Además de ser un carismático educador, ha mostrado ser un efectivo enlace entre China y Europa. En pocos meses su escuela recibirá a cinco alumnos polacos que cursan estudios conducentes al grado de Filología Inglesa, como maestros practicantes, marcando de esta manera el primer convenio entre Chongqing Dear Child Kindergarten y la Escuela Superior de Filología de Breslavia (WSF por sus siglas en polaco). Estos alumnos viajarán a China, donde permanecerán durante tres semanas, convivirán con una familia local y tendrán la experiencia de asistir a otros maestros en sus tareas pedagógicas- todo mientras obtienen créditos académicos y cumplen con los requisitos de su bachillerato.
De momento Tomek no tiene ningún deseo de regresar a vivir a Polonia. En China se le han abierto todas las puertas y reconoce que su realidad sería muy diferente si fuera a regresar. Está contento con su trabajo, quiere continuar creando alianzas y convenios con el extranjero y en un futuro cercano también formalizar sus estudios en lengua y cultura china. Aunque extraña a su familia, sus amigos en Opole y el desayuno polaco, se siente contento en este país.
“China no es para todos, de eso no hay duda. Es imprescindible venir con mente abierta. Hay algunas cosas que pueden parecernos repugnantes. No soy chino, soy polaco- pero lo acepto e intento tolerarlo”, dice con una sonrisa entre dientes.