¿Qué significó el 2017 para ti? Muchos dirían que ha sido un año devastador, un año de aprendizaje, un año muy difícil, de retos y fuerte sacudida. El 2017 fue, sin duda alguna, un año maestro. Como aquella maestra de la escuela que detestabas porque tenías que romperte la cabeza estudiando y te costaba mucho obtener buena nota en sus exámenes. Aquella que era bien exigente y se esforzaba por que sus alumnos aprendieran de verdad. Aquella misma maestra que en su momento odiabas y te sacaba por el techo, pero años más tarde lograste entender su propósito, su objetivo y te diste cuenta que gracias a esa severa manera de ser, lograste adquirir gran aprendizaje de vida.
En el momento preciso, el aprendizaje cuesta asumirlo y entenderlo, pero tras la molestia y el dolor, se torna más claro y transparente que la luz misma.
No conozco a una sola persona que lo haya pasado de maravilla la mayoría del 2017. Parejas estables llegaron al final de su relación, familiares fallecieron, amigos perdieron sus casas, sus negocios y sus empleos, y muchos otros tuvieron que emigrar forzosamente del país. En mi caso, el 2017 me ha dejado el tatuaje metafórico más grande que llevo en el cuerpo y desde luego, me ha marcado para siempre. 365 días me fueron suficientes para casarme y celebrar una boda, separarme, iniciar un proceso de divorcio y ser azotada literal y simbólicamente por el huracán María. Tanto mi vida íntima como profesional se revolcaron por completo. Pasé de ser profesora a tiempo completo, a trabajar solo 10 horas en semana y con pocas esperanzas de ver cambiar el panorama. El cambio de gobierno y de administración causó una reducción de horas que vino acompañada también por una significativa disminución de salario. De tener ahorros, pasé a tener deudas y de vivir un sueño de castillos de arena, pasé a ahogarme en pura confusión e impotencia.
Este año me arrancó despiadadamente el suelo por debajo de los pies. Me dejó boquiabierta y aturdida. Como muchos, pensé también emigrar de la isla y comenzar una nueva vida en el extranjero. Cambié de perspectiva casi a diario y titubeé entre los caminos a elegir. De repente me vi obligada a revalorar y redireccionar mis pasos. 2017 me enseñó una maravillosa lección y es que nada es duradero, seguro, ni permanente y junto a esos cambios, surgen necesarios momentos de crecimiento y evolución personal. Más importante aún es confiar que ese grupo de apoyo, tan imprescindible en momentos como estos, aparecerá cuando más lo necesites. Toca confiar.
Se alejan algunos elementos ya inútiles para sacudir, hacer limpieza y aclarar el espacio que permite la entrada de otros muy servibles y de crecimiento.
Los cantazos del 2017 causaron un cambio absoluto en la vida de muchos y en mi caso, también en la percepción hacia los acontecimientos y las personas que me rodean. No puedes controlar las acciones y reacciones de otros, pero sí aquellas que ocurren en tu interior. Y como reacción a todos esos golpes, me dediqué a centrarme en mí misma, a bloquear el mundo externo y enfocarme en el interno: a cuidar mi cuerpo y mente, tanto por dentro como por fuera y más importante aún, a controlar mis pensamientos. Entender por una vez y todas que es uno mismo quien debe asumir control de la mente y no al contrario. Como parte de este proceso de limpieza, eliminé casi automáticamente a muchas personas de mi vida. Casi igual que hacer una lista de cosas que comprar en el supermercado, una mañana enumeré todos los seres tóxicos que me inundaban de inutilidad y fui alejando una a una a estas personas. El peso innecesario que había acumulado durante tantos años se fue aliviando y de repente, el camino nuevo que me vi obligada a asumir, se hizo más llevadero. La toxicidad no debe soportarse durante demasiado tiempo; es menester ser egoísta en el cuidado de uno mismo.
A estas lecciones se sumó una más: lo tóxico se bota como se bota la basura y no hay por qué explicar a ninguno la razón del alejamiento o la expulsión. La salud y la paz mental no requieren justificación.
Y ahora que ha llegado el final de este año maestro, aprovecho para agradecerle todas estas enseñanzas, todas esas rupturas y también todas las uniones y los encuentros. Los más grandes retos los enfrenté en estos 365 días y la dolorosa pero necesaria metamorfosis a la que el 2017 nos sometió, ya está viendo sus frutos. ¿Cómo es posible cambiar de perspectiva sin hacer una sacudida absoluta y descargar todo el bagaje que hemos acumulado y que ya no tiene razón de ser?
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