Soy profesora, periodista y madre. Escribo desde 🇵🇷

Un día como hoy hace 10 años


El 26 de marzo hace una década, defendí mi tesis sobre la obra del periodista Ryszard Kapuściński en la Aula Magna de la Universidad de Navarra, en Pamplona. Terciopelo rojo cubría toda la sala y una docena de presentes miraba el jurado conformado por un grupo diverso de personas.

Estaban los profesores Fernando López Pan, Javier Marrodán y otra colega de la Facultad de Comunicación de la UNAV, cuyo nombre olvidé. Estaban también dos profesoras polacas: Malgorzata Kolankowska, traductora y periodista, quien viajó desde Wrocław (Breslavia) y Ágata Orzeszek, traductora al español de la obra de Kapuściński y profesora de la Universidad de Barcelona. Fue un lujazo contar con su presencia y entre todo lo que tenía en mi contra, al menos estaban ellas a mi favor. Habían leído mi tesis , conocen a profundidad el tema y todo el esmero que le dediqué.

Fue uno de los días más estresantes de mi vida. El recuerdo es amargo por varias razones que no discutiré aquí, pero lo que importa es que logré doctorarme. Defendí aquella tesis a pulmón en tres idiomas (español, inglés y un poquito en polaco), conseguí el título de Doctor Europeo y tras una estancia de investigación y docencia en Polonia- que terminó durando tres años- finalmente había logrado llegar a la meta.

Hoy tras casi 15 años dedicados en cuerpo y alma a la docencia, puedo decir que la academia es un camino muy cuesta arriba y, a menudo muy injusto también. He trabajado como profesora universitaria desde los 25 años, tanto en Puerto Rico como en Europa y tanto en el sistema público de enseñanza, como en el privado. He tenido estudiantes encomiables y también ex convictos con grilletes en los tobillos. He trabajado en instituciones donde la educación es un negocio y te llaman la atención si no pasas a los estudiantes. También he trabajado en otras, donde educarse es un privilegio y un honor que se consigue con mucho esfuerzo, disciplina y dedicación.

Mis diversos patronos jamás me han ofrecido permanencia ni estabilidad laboral. Vamos, que ni siquiera un contrato con duración superior de un año, en el mejor de los casos. Los beneficios marginales y días de enfermedad y vacaciones nunca han sido parte de mi realidad laboral. Durante los veranos y Navidad, tengo que ingeniármelas para sobrevivir sin un salario. Si quiero un plan médico, debo costeármelo yo misma y en varias ocasiones he tenido que solicitar esta y otras ayudas del gobierno. Ayudas que no siempre consigo.

Esta es mi realidad y la del resto de los docentes sin plaza, que en algunas instituciones como la Universidad de Puerto Rico, conformamos casi la mitad del profesorado.

Sin embargo, a pesar de esta dura e injusta situación, prácticamente nunca me he ausentado de mi trabajo. (En Polonia si me ausentaba, no cobraba). He obtenido siempre evaluaciones casi perfectas de parte de mis estudiantes y pares. He trabajado ad honorem durante años, en múltiples labores que superaban mis obligaciones contractuales. He sido invitada como profesora y conferenciante en países como México y China.

En Puerto Rico he fundado asociaciones, proyectos y medios estudiantiles, viajado al exterior más de una vez con grupos de alumnos a festivales de periodismo para que conocieran mundo e hicieran trabajo voluntario en comunidades marginales. He participado en congresos en varios continentes, publicado decenas de artículos académicos/ensayos/libros/blogs, y sobre todo: lo he hecho todo con amor, vocación, interés y compromiso genuino.

En cambio he recibido muy poco…

Las universidades que te invitan a publicar con ellos y a editar artículos, no pagan. La verdad es que casi siempre te usan como recurso y a menudo ni reconocen tu labor. En mi caso, me han contactado de universidades en países como Venezuela, España y Colombia para editar artículos pro bono, dizque por mi “expertis”, pero jamás hablan de remuneración ni de mérito.

Asistir a congresos internacionales y presentar ponencias, cuesta caro y requiere de tiempo, energía, apoyo y dinero. Los títulos académicos y los libros publicados se consiguen con mucho esfuerzo y no te costean la renta ni te abrazan de noche. Los colegas y las asociaciones o uniones, defienden casi siempre intereses propios mientras los tuyos son ignorados. Al final del día casi todo va en detrimento de la salud física y emocional y eso sí que importa.

Por los estudiantes me quedaré aportando mi granito de arena. Sin ellos nada tiene sentido, son el motor de un docente. Sin embargo, por el sistema ya no vale la pena seguir dándolo todo. Toca pasar a otra etapa. Estos 15 años me han enseñado y demostrado que lo que realmente importa y enriquece la vida es la familia, mi hijo, estos instantes, estas memorias…

Ese es el real fruto del trabajo y el esfuerzo propio sobre la tierra.

Noah Marcel sobre una tabla de surf a su año y medio.
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