Comenzó diciembre, se aproxima el fin del año y el Universo esta vez me premia con una escapada a un nuevo destino: Sri Lanka. ¿Qué mejor manera de terminar el 2018 con broche de oro y dar la bienvenida a un nuevo año? 12 días de aventura, safaris, exploración por una antigua tradición religiosa y cultural, comida local que incita los cinco sentidos, mercados artesanos que hacen la boca agua y más me esperan, dentro de pocos días.
De acuerdo con Lonely Planet, la isla de Sri Lanka- localizada al este de la India- obtuvo el primer lugar en mejor destino turístico para el 2019. Litorales prístinos, ruinas y templos que se han detenido en el tiempo, locales amigables, manadas de elefantes y otros animales que corren libremente por los parques nacionales, olas para surfear, precios módicos, té reconocido mundialmente, comida irresistible y preciosos paseos en tren- hacen de Sri Lanka, antiguamente llamada Ceylon- un destino único.
Como dato curioso y punto aparte, se le llama Perla del Océano Índico y Lágrima de India, al país. Su principal producto de exportación es el té, aunque también se produce mucha canela. Por otra parte, serendipidad, una palabra preciosa, fue otorgada al idioma inglés gracias a Sri Lanka. Otro dato es que el pico de Adán (Adam´s Peak) es la montaña más grande y la más sagrada del país. Los locales sienten una fuerte conexión espiritual con su entorno natural al punto de venerar ciertos elementos como éste.
En el 2004, el país fue devastado por un tsunami que afectó también a gran parte del sureste asiático, pero ya afortunadamente, se ha podido recuperar y reconstruir casi en su totalidad. Anteriormente, de 1983 al 2009, se vivió una sangrienta y cruel guerra civil y étnica entre el gobierno y los tigres tamiles, un grupo militar separatista.
En Sri Lanka se habla inglés, sinhala y tamil. Se come curry y arroz, un plato nacional típico, meticulosamente sazonado con una amalgama de especies que varían: cardamomo, leche de coco, chiles, cilantro, vegetales y proteína (carne o pescado- opcional). La mayoría de los locales, sin embargo, son vegetarianos.
La moneda local es la rupia de Sri Lanka y una equivale a 0.0056 dólares estadounidenses. El método de transporte por excelencia es el tren, que conecta el país de norte a sur y este a oeste. Para los turistas es particularmente deleitoso admirar vistas de plantaciones de té y otras siembras pintorescas. Sin embargo, para trayectos cortos, el tuk-tuk, o taxi moto–tan común en la India y en el sureste asiático- es la mejor manera de moverte: accesible, económico y divertido.
El sincretismo religioso es evidente por medio de 2000 años de herencia que puede admirarse en los templos budistas, hindúes, jainistas, en las iglesias y también en las mezquitas.
Pero si de recuperar la salud se trata, Sri Lanka es el mejor lugar para ir en busca de un tratamiento ayurvédico (sistema antiguo indio de medicina y salud, designado para aliviar dolencias y rejuvenecer por medio de la dieta y el estilo de vida). Existen varios ashrams y spas dedicados a la práctica de yoga, meditación y otras técnicas de sanación holística.
Sri Lanka es particularmente interesante, pues aparte de la mezcla de culturas endémicas: india y tamal, principalmente, también encontramos el legado colonial británico y holandés, que aún se sienten fuertemente, a pesar de que los ingleses huyeron en 1948, una vez se estableció la independencia. La arquitectura, los procesos burocráticos, museos, hospitales y edificios públicos dan continuidad a estos imperios.
Una unión de este y oeste, presente y pasado se fusionan en este atractivo país que me ilusiona tanto poder conocer. En una próxima entrada contaré mis primeras impresiones, pero mientras tanto, ¡a disfrutar diciembre, la Navidad y SRI LANKA!
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