Yayoi Kusama es una artista plástica, cineasta y escritora japonesa, nacida en 1929 y considerada una de las figuras más reconocidas del movimiento vanguardista, la cultura popular, el minimalismo y el arte feminista. A sus 90 años, la artista continúa gozando de gran fama tanto en el ámbito local como internacional, aunque se considera que su época estelar fueron las décadas de 1960 y 1970.
Un reciente documental que recoge la vida y obra de Kusama también lleva de nombre el mismo tema de sus cuartos de infinidad: Infinity, es un intento porque el público se adentre en el mundo de la artista, que desde siempre ha sido marcado por la enfermedad mental, el trastorno obsesivo, el patriarcado, el feminismo y la lucha personal.
Relevancia de su obra
La obra de Yayoi Kusama es vanguardista y refleja una expresión psicológica obsesionada con la examinación de la infinidad y el universo. La idea detrás de sus Infinity Rooms, por ejemplo, es lograr una experiencia participativa de repetición exponencial en la que el observador se adentra en el mundo de Kusama. Se trata de espacios decorados con espejos en cada pared, luces y esculturas blandas en formas fálicas y antropomorfas, que reflejan la propia inquietud psicosomática de la artista. Kusama es el resultado de su experiencia, de su tiempo y de su condición mental.
Similar a otras mujeres de su época que han sido identificadas con el movimiento artístico surrealista y el expresionismo abstracto, Kusama ha producido una obra multifacética, en la que el concepto de la auto-imagen es central. Mientras que sus pares masculinos desarrollaron piezas en las que la imagen fetiche de la mujer es el eje, artistas femeninas como Yayoi Kusama, Frida Kahlo, Claude Cahun, Dorothea Tanning, Leonora Carrington, entre otras, exploraron adentrarse en sus propios mundos subjetivos y desafiar nociones tradicionales sobre lo que representa la femineidad, el género, los estereotipos del cuerpo y la subjetividad femenina. Estas mujeres artistas parten de su propia experiencia para encontrar un vínculo universal con otras mujeres que comparten también su realidad. El caso de Yayoi Kusama es particularmente singular, ya que aparte del patriarcado al que se enfrentó al adentrarse en el mundo del arte, la enfermedad mental que la abate desde los 10 años hasta el presente, parece no haber sido tanto un obstáculo, sino una sanación de sus males.
Niñez y enfermedad mental
Kusama nació en Matsumoto, una localidad al noroeste de Tokio, y fue la hija de una familia adinerada. Su padre era propietario de fincas agrícolas y su madre, agobiada con su matrimonio, era fervientemente abusiva. Desde la temprana edad de diez años, Yayoi comenzó a padecer de severos traumas psicológicos que incluían alucinaciones tanto visuales como auditivas, paranoia y obsesiones. Decía que las flores le hablaban, los patrones en las telas cobraban vida y le amenazaban. Sus temores combinados con la realidad política de la Segunda Guerra Mundial que vivió la conectarían para siempre con el arte. Para aliviar sus propios tormentos, comenzó a pintar dibujos plagados de lunares en acuarela, pasteles y pintura de aceite. Visitó psiquiatras que le recomendaban continuar desarrollando sus habilidades artísticas en forma de terapia. Produjo obras en un tiempo récord y además de servirle de despojo, comenzó a exhibirlas públicamente, intentando posicionarse en el mundo profesional del arte plástico.
Enfrentarse de nuevo al patriarcado
Sin embargo, en Japón, Kusama no tuvo éxito en sus inicios. Incluso se dice que nadie siquiera asistió a su primera exhibición. A partir de ese momento, la artista entendió que debía emigrar de Japón a América para probar su suerte en el mundo del arte. A partir de 1957, Nueva York se convertiría en su propio hogar durante los próximos años, aunque pronto se habría dado cuenta que dejaría un problema atrás para toparse con muchos otros. El mundo del arte norteamericano estaba definido y liderado por una fuerte naturaleza patriarcal.
En Nueva York, la artista entró en contacto con figuras de la talla de Andy Warhol y Donald Judd. Vivió en primera persona la explosión del arte popular y la desbordante creatividad de los años 60 y 70, que influyen poderosamente en sus instalaciones plagadas de luz, espejos, color, lunares y curvas. Es también el momento de sus famosas “esculturas blandas”, montajes realizados con telas y acolchados que desvelan un profundo temor (revelado por la artista) a la sexualidad y la penetración.
El documental revela cómo el escultor norteamericano Claes Oldenburg y Andy Warhol, exhibieron sus obras junto a Kusama y obtuvieron fama y reconocimiento, gran parte gracias a haberse inspirado y hasta copiado el estilo de la japonesa. Posiblemente como resultado de la frustración y el rechazo que sentía la artista, la enfermedad mental nunca la abandonó e incluso empeoró durante su estancia en Estados Unidos. En su autobiografía Infinity Net (2003), expresó:
“Lucho contra el dolor, la ansiedad y el temor cada día y el único método que he encontrado que alivia mi enfermedad, es continuar creando arte”.
Kusama admitió poco después a la productora del documental, que, como resultado del plagio simulado de su obra, habría intentado suicidarse. Esto combinado con una crisis económica que se agudizó al no obtener apoyo financiero por su obra ni el documental, llevaría a Kusama a aumentar la dosis de su medicación para controlar su ansiedad y a sufrir de constantes ataques de pánico y ansiedad.
Sexualidad y justicia social: temas recurrentes de su obra
En 1966, Kusama exhibió su obra en la Bienal de Venecia, un evento que ayudó a posicionarla frente a otras figuras clave de la cultura popular. Su exposición titulada Tu narcicismo a la venta, recogía espejos circulares e invitaba a los espectadores a ser parte de su realidad por medio de una experiencia sensorial única. Su visión de democratizar la experiencia artística parece cobrar hoy más relevancia que nunca, si se piensa por ejemplo en las redes sociales y el comentario social.
En 1968, la artista comienza a revelar un tono de política y justicia social en su obra. Según Gamble (2018), interpretó el primer matrimonio homosexual en la Iglesia de Auto-Erradicación en la Calle Walker en Manhattan. Más tarde la artista obtuvo mayor reconocimiento con sus piezas e interpretaciones de desnudos que le llevaron al estrellato, aunque no eran económicamente viables. Como una proyección de su propia vida, Kusama estuvo siempre obsesionada y horrorizada por los penes y la penetración y, partir de la década de 1960, su obra se torna más sexualmente cargada. En una entrevista, expresó: “Las obsesiones, las obsesiones por los falos y las obsesiones por temor son los temas centrales de mi arte”.
En el 1968, produjo un filme titulado “Kusama’s Self Obliteration”, obra que ganó un premio en la Cuarta Competición Internacional de Cine Experimental en Bélgica y luego otro galardón en el Ann Harbor Film Festival, en el estado de Michigan. La década del ochenta la dedicó casi en su totalidad a desarrollar su obra literaria y publicó varias antologías y novelas, mientras continuó exponiendo sus cuadros y exhibiciones en Francia, Portugal, Dinamarca, Inglaterra, Japón y Estados Unidos.
Asimismo, su obra en forma de performances, se exhibió en lugares muy concurridos de Nueva York como Central Park y el puente de Brooklyn y reveló un fuerte espíritu político en contra de la Guerra de Vietnam y otros temas de política pública. Una vez más, a pesar de no hacer nada muy diferente a sus pares hombres, Kusama enfrentó una ola crítica, que terminaría siendo la razón de su retorno a Japón, el mayor debilitamiento de su salud mental y su admisión voluntaria a un hospital psiquiátrico, donde reside desde 1977.
En 2014, Yayoi Kusama fue considerada la artista más popular del mundo por Art Newspaper y en el 2016, recibió otra distinción del Orden de Cultura de Japón. En el 2017, un museo que lleva su nombre y recoge su obra, abrió sus puertas en Tokio. A pesar de vivir en un hospital psiquiátrico desde hace más de 40 años, Kusama aun produce obras que reflejan sus pesadillas y alucinaciones que la mantienen viviendo entre el paraíso y el infierno. Si no pinta y crea, la japonesa ha admitido en entrevistas, que padece de sentimientos suicidas y ataques de pánico que no es capaz de soportar.
Su vida y obra ha demostrado que a pesar de dichas aflicciones emocionales y la predominancia del mundo masculino en el arte de las décadas de 1960 y 1970, Kusama fue capaz de posicionarse como una estrella vanguardista de la cultura popular norteamericana, junto a figuras del momento, como Andy Warhol y Donald Judd. Tradujo su propio temor por la sexualidad en una vibrante obra surreal y de este modo, también apaciguó sus propios demonios. La cargada era que vivió durante su tiempo en Estados Unidos permitió que abordara también temas sexuales, políticos y de activismo social en oposición a la Guerra de Vietnam, por ejemplo. El autorretrato es otro de los temas más consistentes de su obra y por ello, utiliza su propia figura por medio de la fotografía, el arte plástico y el cine para explorar también conceptos asociados al feminismo, la desigualdad de género, el arte pop y la posición de la mujer en la sociedad. Hoy día Kusama se considera una artista de gran renombre, muy respetada en todo el mundo y quien, a pesar de su avanzada edad, continúa sorprendiendo al público con una obra más atractiva y relevante que nunca.
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