El libro Aftershocks of Disaster, Puerto Rico Before and After the Storm- editado por Yarimar Bonilla y Marisol LeBrón (Haymarket Books, 2019)- profundiza en la enfermedad que padece la isla desde antes del impacto del ciclón. Al mal se le llama colonialismo del desastre y se refiere a cómo las estructuras gubernamentales y el legado colonial del país abrieron paso al impacto desastroso y al mayor deterioro producido por María y sobre todo, por los actores políticos a cargo de la «recuperación».
Nada ocurre en el vacío. A más de dos años del paso de María por Puerto Rico, aún se sienten los efectos del fenómeno como los movimientos bruscos producidos por un sismo que intenta liberarse de energías acumuladas en la tierra. En Puerto Rico se vive el colonialismo del desastre desde siempre, solo que ahora lo sentimos aún más.
La periodista canadiense, Naomi Klein, lo había expresado en su libro La batalla por el paraíso, en el que se elaboran conceptos claves como: la doctrina del shock, el capitalismo del desastre y el disaster profiteering (lucro del desastre) que ocurrió en la isla tras el paso de María. Los que vivimos, trabajamos e intentamos sobrevivir día tras día en esta colonia, nos hemos convertido en presas del shock continuo.
Casi noventa días llevo sin escribir por las exigencias de la vida laboral y personal y el agobio que produce -muchos veces- intentar sobrevivir y salir a flote en la colonia. Mi guagua ya no aguanta más boquetes y cráteres en las carreteras principales y no tan principales. Las botellas nuevas que se le instalaron, por más nuevas que sean, siguen dando cantazos.
Como si fuera poco, el antagonismo y la agresión que se vive entre ciudadanos parece ir en aumento. Es como si muchos buscaran un detonante para justificar una explosión de su parte, una agresión al prójimo. Se percibe en el aire mientras se conduce en las carreteras, entre vecinos, en la privacidad del hogar con la familia. Escasea la paz y tranquilidad, el bienestar. Nos estamos matando los unos a los otros. Literalmente.
El libro Aftershocks of Disaster dice: Porque nos negamos a ser tragados y desaparecidos por la inacción y el silencio, los puertorriqueños continuamos gritando la verdad y tomando la recuperación en nuestras propias manos.
Y sobrevivir es también una parte fundamental de la recuperación, porque un Puerto Rico sin puertorriqueños no tiene sentido.
(…)
En la UPR, por otra parte, el semestre parece pisar y no arrancar. La semana pasada por culpa de un tubo que explotó desprevenidamente una noche, nos hemos quedado sin aire acondicionado nuevamente en Arecibo. Y aunque la loma donde se localiza el recinto está muy estratégicamente situada frente al mar, desde donde sopla el viento del norte y abraza el Océano Atlántico, es una desgracia que no se hayan construido los edificios acordes y en armonía con la naturaleza, para de este modo permitir el flujo natural de aire. Cada vez nos encontramos más lejos del progreso y la modernidad cuando, en una isla tropical y de clima agradable todo el año, dependemos de un sistema de aire acondicionado central no sustentable para poder sobrevivir sin morir asfixiado en un horno.
Sin embargo, a pesar de los graves problemas de infraestructura, apolítica y precariedad, en el último mes se ha producido mucha labor y quehacer cultural en Arecibo. El día 4 de octubre celebramos el centenario del nacimiento de René Marqués con una iniciativa de esas que realmente le alegran la vida a uno. Arte 360, un evento que se celebra cada primer jueves del mes en el casco urbano del pueblo y reúne a aficionados, artistas, músicos, poetas y gestores culturales- giró en torno a la figura de escritor y guionista, nacido en Arecibo en 1919.
El maestro Antonio Martorell, quien conoció a Marqués en la UPR durante la década del 50, lo homenajeó por medio de un retrato hablado o performance, presentado en el teatro de la Casa Ulanga. Junto a Rosa Luisa Márquez, interpretaron a la perfección la obra del autor de La Carreta, fusionando el dibujo, la música, el humor, la sátira y la profundidad que permite la reflexión histórica.
Rosa Luisa mencionó que en aquella época, las obras de René Marqués no estaban bien representadas e incluso se censuraban, por tratar el tema del gran sueño americano como una noción falsa de la libertad que se obtiene por medio del consumo y el capitalismo. Encima, la relación de René Marqués con Jaime Benítez (primer presidente de la UPR), tampoco era la mejor. Sus obras, por ser de afirmación patriótica y su tesis sobre el carácter dócil del puertorriqueño, disgustaban a muchos anexionistas. Decía el escritor que el puertorriqueño padecía de ser moralmente eñangotado, fatalista, resignado, aplatanado.
Y qué razón tenía. Difícil sino imposible es no sentirse indignado por la inacción en torno a la situación actual que se enfrenta en el país y, a la vez, tan conectada con la tesis de Rene Marqués. Aquí se sobrevive en una anarquía en la que se intenta salir a flote en un país donde carece la ley y el orden.
El puertorriqueño que vive en el Puerto Rico sacudido por el colonialismo del desastre muchas veces actúa en el ahora y a su conveniencia, sin respeto, conciencia o empatía- porque se ve obligado a sobrevivir y sobre todo, porque se le permite. En esta carrera, se salva el que pueda.
Hace un par de días con motivo del Día de la Salud Mental que se celebró en la UPR de Arecibo, un par de estudiantes de Comunicaciones se me acercaron para pedirme que compartiera unas expresiones positivas ante la cámara para un vídeo que estaban produciendo. Me quedé en silencio unos minutos, contemplando la situación precaria del país, combinada con mi propia falta de estabilidad laboral. Pensé de repente en todos los estudiantes que tendrán que abandonar sus estudios ante la imposibilidad de cubrir con nuevos gastos y recortes impuestos por la Junta de Control Fiscal.
Pensé en aquellos que ya no recibirán exenciones de matrícula por ser atletas o artistas, y muchos otros que no tienen ni tendrán para comer en la cafetería. Pensé en los sintecho, adictos a la heroína que merodean cada semáforo, invisibilizados y excluidos por las agendas políticas, quienes solo esperan curarse una vez más hasta que la muerte los libere.

Hace un mes murió uno de ellos a quien conocía. Se llamaba Daniel y era el hermano de una querida amiga de la niñez. No venía de una mala familia; estudió en los mejores colegios y se le dieron muchas oportunidades que otros no tienen. Desde luego, Daniel fue víctima de un sistema putrefacto, que no cuenta con los medios para asegurar recursos asequibles que provean calidad de vida, alternativas de salud, rehabilitación sustentable y bienestar a sus ciudadanos.
Cuando se me acercaron aquellos dos estudiantes pensé en la precariedad que sufrimos todos en términos de servicios básicos y asistencia social. Sobre todo pensé en los residentes de Vieques y Culebra que sufren incluso más. Pensé en el Verano 2019 y en los amigos de Rosselló que participaron en el chat y aún no han pagado las consecuencias de sus actos. Me vino a la mente todo esto como un torbellino repentino. Sudada y desesperada por la carencia de aire acondicionado y la imposibilidad de impartir mis clases, decidí aceptar la petición de los alumnos. Al encender la cámara y darme la señal de que estaban ya grabando, expresé algo así como:
Exhorto a aquellas personas que lo necesitan, que busquen ayuda y hablen sobre aquello que les atormenta. Toca positivar. En la unión está la fuerza; saldremos de esto.
Intenté convencerme a mí misma de que el mensaje llegara y aportara en algo.
(…)
Cuando se presentan en pantalla grande y gozan de éxito inmediato películas de tensión psicológica tan severas como Joker, y los medios no hacen más que glorificar y romantizar la pobre salud mental para luego saturarnos de histeria colectiva, toca hoy más que nunca no dejarnos caer y sumir en un vacío. Los grupos de apoyo formados por amigos, colegas, expertos en salud u otros son clave para salir a flote, cambiar de switch y comenzar a positivar.
Ese mismo positivismo lo sintió y compartió esta semana la periodista Sandra Rodríguez Cotto, a quien invité a participar en una presentación de su libro Bitácora de una transmisión radial. Organizamos un conversatorio con sus editoras y mis estudiantes de UPRA y la periodista no dejó pasar la oportunidad para expresar sus observaciones en torno a la experiencia.
Las tres, Zayra, Mayda y yo, quedamos fascinadas con los estudiantes. Desde que entramos al edificio de la UPR en Arecibo se sentía la energía. Ajado por el deterioro físico al que los gobiernos han sumido a la universidad, con ventanas tapiadas desde el paso del huracán María y sin electricidad en casi todo el campus, las estructuras son un fiel reflejo de la crisis y destrucción en la que están sumidas las instituciones de este país. Sin embargo, cuando se miraba a los ojos de los jóvenes, su alegría contagiosa, con esas miradas de curiosidad y entusiasmo, se le pegaba a una ese optimismo. Verlos renovó mis fuerzas y sé que a todas nos dio esperanzas.
A mí también me renuevan las esperanzas mis estudiantes, la academia, mis seres queridos e incluso, la lectura, la redacción y la profundización de todo estos temas que nos atormentan. También las crisis sirven de inspiración. Momentos como estos, en que se leen las observaciones positivas de alguien que analiza desde afuera, provocan en uno un profundo sentido de satisfacción, orgullo y felicidad de saber que ante todo lo que se vive en esta colonia del desastre, aún quedan esperanzas.
Toca seguir creando espacios de diálogo entre nosotros mismos, para de este modo, desahogarnos sanamente y obtener mejor entendimiento de los fenómenos que nos rodean y de los actores detrás de dichos actos. Puerto Rico y todos los puertorriqueños también saldremos de esto. No nos queda de otra.
Deja una respuesta