Soy profesora, periodista y madre. Escribo desde 🇵🇷

En Puerto Rico matan a una mujer cada siete días


266 casos representan el índice de feminicidios que se han producido en la isla del 2014 al 2018 de acuerdo a un informe generado por el proyecto Kilómetro 0 a cargo de la periodista Mari Mari Narváez y Amarilis Pagán Jiménez, del Proyecto Matria. Este número representa una cantidad mayor de muertes que en países latinoamericanos como Perú o República Dominicana, donde se han reportado elevadas tasas de feminicidios en los pasados años.

Las cifras reflejan que ha aumentado la violencia en los últimos años y peor aún, no parece haber indicadores que demuestren que una de las causas principales: la desigualdad- tanto de género como socio-económica– se esté reduciendo. Precisamente por considerarse uno de los países más desiguales en el mundo, Puerto Rico obtuvo también una de las tasas más altas de feminicidios a nivel internacional, de acuerdo a dicho estudio.

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“Los objetivos de este informe son documentar los feminicidios en Puerto Rico a través del uso de estándares de comparación internacional y promover recomendaciones de política pública para reducir o erradicar el fenómeno. El estudio se fundamentó desde una perspectiva de salud pública; analizamos los feminicidios por medio de conceptos y métodos típicamente utilizados para detectar patrones y tendencias de mortalidad”.

El proyecto colaborativo entre Proyecto Matria y Kilómetro Cero se titula: La persistencia de la indolencia: feminicidios en Puerto Rico 2014-2018 y lo que pretende hacer es recoger, por medio de una base de datos, un análisis social y científico que intenta estudiar de cerca las causas de dichos feminicidios y establecer recomendaciones de política pública capaces de controlar la situación de emergencia que se enfrenta en la isla.

A propósito de estos esfuerzos, la semana pasada se conmemoró el Día Internacional en Contra de la Violencia hacia la Mujer. Muchas manifestantes de países como España, Argentina, Chile, México y Puerto Rico salieron a la calle a protestar con pancartas alusivas al patriarcado y camisas y parafernalia de color violeta, con la esperanza de poder frenar el machismo y la ola masiva de feminicidios que arropa el mundo.

En Puerto Rico- solo en este año- han ocurrido más de 1,385 casos de violencia doméstica, según la página web oficial de la Policía. En la mayoría de los casos son mujeres con baja escolaridad entre las edades de 25 y 34 años quienes están en mayor riesgo. En el caso de los asesinatos por género, la primera base de datos revela que la mayoría de las víctimas de feminicidios fueron asesinadas con armas de fuego (58%), otras acuchilladas y otras tantas, permanecen desaparecidas. Desafortunadamente, existe muy poca investigación que estudie sistemáticamente este fenómeno.

“Llevamos años estudiando esta desgracia desde nuestros distintos espacios de lucha, buscando los datos certeros que las autoridades procuran esconder, haciendo llamados de urgencia, tratando de comprender las dimensiones de los feminicidios en nuestro país, buscando soluciones de política pública, ejecutando estrategias comunitarias de prevención, educación y activismo.” Así expresaron Amarilis Pagán Jiménez y Mari Mari Narváez del Proyecto Matria y Kilómetro Cero, respectivamente.

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Desde luego la violencia de género y el machismo se perciben desde cada ángulo y espacio de nuestra sociedad, muchas veces fomentado por las mismas mujeres.

Conozco de casos muy cercanos a mí y parto también de la propia experiencia para expresar que la violencia en contra de la mujer se manifiesta y evidencia de diferentes maneras, no siempre física, sino también: emocional, cibernética, sexual, económica y psicológica, entre otros. El agresor no siempre puede catalogarse en un perfil del típico abusador. Se esconde entre nosotros a veces camuflado, a veces muy querido y respaldado por los otros porque lleva una doble vida. En ocasiones a la víctima se le confunde y acusa –incorrectamente– de ser agresor/a y los roles se invierten.

Otro factor que contribuye al alza en estos casos es el recorte de presupuesto y donativos legislativos que han sufrido algunos hogares que atienden víctimas de violencia doméstica.

Por una parte se reducen los fondos destinados a controlar y erradicar dichos cánceres sociales, mientras que por otra, los millones de dólares otorgados en contratos a personas y bajo circunstancias políticamente cuestionables sobrepasa los $18 millones, comprometidos solo durante este cuatrienio.

No es casualidad que el gobierno fomente aumentar su bolsillo por medio de la corrupción desenfrenada, mientras el país y las mujeres son víctimas de violencia, sufren en silencio y otras mueren a manos de sus parejas y ex parejas.

Peor aún es reconocer que el sistema muestra ser cada vez más deficiente en identificar, tomar acción y dar continuidad a los casos de violencia doméstica que se reportan.

Aparte de la falta de recursos, las mujeres somos también víctimas de la ineficiencia gubernamental que contribuye enormemente al problema. Para empezar, es muy difícil -por raro que parezca- reportar una amenaza por parte de un cónyuge en un cuartel de la policía. Una vez lo intenté hacer y mostré a la persona que me atendió- que dicho sea del paso era mujer- evidencia en fotos y mensajes de varios intentos de agresión. La mujer- evidentemente incrédula o con ganas de minimizar la situación- insistía en que a menos que la persona amenace de modo presencial con un arma blanca o de fuego en mano, aquello según ellos, no constituía una amenaza. Tuve que abandonar el cuartel sin más.

El caso se complica aún más cuando las agresiones son cibernéticas o el agresor se encuentra fuera de la jurisdicción de la víctima, ya que la división que supone que atienda estas querellas, apenas contesta el teléfono y provee más excusas que otra cosa para no activar el protocolo. En cada una de sus manifestaciones la agresión y la violencia deben erradicarse y siempre otorgarse la importancia que ameritan como problemas sociales graves de nuestro país.

Entre las propuestas recomendadas del estudio se destacan las siguientes:

  • Crear un sistema de vigilancia de feminicidios
  • Adiestrar al personal de salud y otros profesionales
  • Adiestrar al personal de la Policía, Tribunales y otras agencias de ley y orden
  • Aumentar la investigación sobre feminicidios y su prevención
  • Reducir la disponibilidad y la posesión de armas
  • Promover la equidad social y de género y una cultura de no violencia

El panorama se complica cuando las víctimas tapan, temen, intentan reducir la magnitud del problema, se avergüenzan y peor aún, se enfrentan a la ineptitud de las agencias de gobierno, la policía y en ocasiones, a la ceguera o sordera de los vecinos y familiares. El agresor manipula, envuelve a la víctima en una telaraña tóxica de mentiras, falsas promesas y sueños tronchados. Algunas víctimas cuentan con apoyo familiar y de otros grupos y pueden salir con mayor facilidad de dicha situación, mientras muchas otras, desafortunadamente, no encuentran escape y mueren en el intento.

Conozco a muchas que padecen este mal o han sufrido los ataques de un agresor que es también su pareja o ex pareja. Tengo a una vecina que lo sufre, también tengo amigas y conocidas a las que respeto y quiero, que han sido víctimas. Esto no te convierte en una persona débil o de poco carácter. La violencia de género no discrimina y puede tocar a la puerta de quien sea. Yo también soy una de estas víctimas. Afortunadamente, tuve suerte, tomé acción y logré salir a flote. Y hoy, aunque logré distanciarme, me doy cuenta de que el proceso no termina aquí.

En cierta manera, una víctima nunca deja de serlo y para siempre tendrá que cuidarse más de lo usual, de no repetir patrones y de buscar protección desde todas las esferas. El agresor puede reaparecer en cualquier momento y toca nunca bajar la guardia. Hoy me abro para que otras mujeres comprendan que sí se puede salir victorioso aunque la batalla en ocasiones, nunca termina, pues de padecer, muchas pasamos a ser activistas. Basta ya de la violencia machista en contra de la mujer. Aportemos todos un granito para frenar este mal que nos afecta a todos. #NiUnaMás

 

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