Cuando pregunto a mis estudiantes de periodismo cuál es la labor principal de un medio de comunicación, la mayoría suele contestar lo mismo: informar. Y sí, tienen razón. El único problema es que a menudo olvidan o desconocen que además de dar a conocer información previamente desconocida, un medio de comunicación responsable y comprometido debe, sobre todo, educar.
Si buscamos la definición de ambos verbos: informar y educar, podemos ver a todas luces que no se trata de la misma cosa.
Cuando hablamos de informar, el verbo implica que damos a conocer algo, nos enteramos de algún dato, o arrojamos luz acerca de un acontecimiento previamente desconocido. Educar, por el contrario implica una participación activa de parte del lector, quien además de conocer una información previamente desconocida, puede involucrarse en difundir un nuevo conocimiento. Cuando una persona recibe un conocimiento nuevo por alguna vía, y si le es útil o práctico, se convierte en un agente activo de su difusión. Es decir, comparte con otros eso nuevo que ha aprendido con la intención de también ayudar al prójimo en su camino hacia la iluminación y el conocimiento.
Por el contrario, cuando nos informan sobre algún acontecimiento, nos enteramos solo de datos, aquello que ha pasado, sin embargo, a menudo carecemos del entendimiento entero de lo que esta información significa o implica.
Hace unos minutos se informó en los medios nacionales del país que el cuerpo encontrado flotando en la laguna San José, cercana al puente Teodoro Moscoso, corresponde a la desaparecida mujer de 27 años, Keishla Rodríguez Ortiz. La occisa era una chica amante de los animales, trabajaba en un grooming y desde hacía once años mantenía una relación romántica con el boxeador, Félix Verdejo. De hecho, estaba embarazada de pocas semanas de él. Sabemos también que éste hacía siete años que estaba casado legalmente con otra mujer, con la que tiene una hija pequeña. El día de su desaparición, iba a encontrarse con el padre de su hijo no nato para mostrarle la prueba de embarazo.
Faltan piezas para armar en esta macabra historia. Solo sabemos que la familia de ella culpa, primero de su desaparición y segundo de su muerte, al boxeador. Hasta ayer se esperaba que apareciera con vida. Sin embargo, ya aconteció lo que muchos anticipaban: el cadaver encontrado, corresponde a ella.
Algunos comentarios de usuarios en las redes, así como de algunos reporteros de medios nacionales muestran apoyo al boxeador y culpabilizan a la víctima. ¿Por qué mantenía esa relación con un hombre casado? ¿Por qué se habría embarazado de él? Se lo buscó. Quién la manda. Pobre Félix. Y así por el estilo.
Aparte de provocarme malestar y coraje, este tipo de comentarios muestran lo realmente preocupante de esta sociedad: somos incapaces de discernir quién es realmente el enemigo aquí, cuál es el problema y cómo aproximarlo.
Si nuestros medios de comunicación se encargaran de cumplir con su rol principal, además de informar datos y sucesos, intentarían profundizar sobre ellos y más que todo: EDUCAR por medio de ellos. Desde hace dos días en las redes solo se observan las transmisiones en vivo del acontecimiento que de un momento para otro, se ha convertido en el Fatmagul boricua: la historia del boxeador que terminó involucrado en el asesinato de su amante embarazada.
Hemos seguido los Facebook live y las transmisiones en directo de la familia de Keishla, desde su hogar en un residencial de Caimito, hasta su llegada a la laguna donde fue encontrado el cadáver y las últimas imágenes que se muestran a su salida de Ciencias Forenses. Aparte de ir en contra de uno de los pilares más importantes del periodismo que enfatiza la importancia de minimizar y no maximizar el daño al reportar, este tipo de reporterismo carece de empatía, invade la privacidad de las víctimas y solo alimenta el morbo que intentan vender los medios a un público distraído, anestesiado y sobre todo, colonizado que no cuestiona y se conforma con lo que le alimentan los medios por ojo, boca y nariz.
Aquí el problema no son los celos que nublan y hacen cometer locuras, o la culpa de X o Y parte implicada que decidió por las razones que fueran mantener una relación extramarital. Aquí el problema recae en los pobres modelos de sociedad que tenemos y los mensajes equívocos que se envían y difunden por los medios de comunicación que no hacen otra cosa que alimentar el patriarcado y los modelos tóxicos.
Aquí el problema recae en el sistema corrupto e ineficiente que desestima órdenes de protección y amenazas que reciben cientos de mujeres a diario por parte de sus parejas y ex parejas. Aquí el problema recae en pseudo líderes políticos y religiosos que insisten en que la educación con perspectiva de género no es necesaria, sino confusa y maligna. Aquí el problema recae en las mujeres que fomentan el machismo con sus hijos, atacan a otras mujeres y solo alimentan una agenda de violencia y cero empatía. Aquí el problema recae en que somos uno de los países más desiguales en el mundo y la violencia de género y el alto índice de feminicidios solo confirman esto.
Si los medios de comunicación cumplieran con su papel y realmente se encargaran de encarnar un rol como agentes educadores y de cambio social, tendríamos periódicos que publicarían artículos sobre los efectos del machismo y el patriarcado. Entenderíamos todos de una vez y por todas que si queremos vivir en una sociedad progresista, la educación con perspectiva de género no es solo importante, sino necesaria en este proceso.
Si tuviésemos medios de comunicación comprometidos tendríamos más textos enfocados en cómo crear espacios de paz y de equidad para todos y de cómo crear y mantener relaciones saludables con otros, en lugar de transmisiones en vivo que hablan sobre celos, cadáveres y cuernos, que solo alimentan el morbo y la desinformación. El morbo que nos venden nos corroe como sociedad.
Cuando se descubrió que la información era un negocio, la verdad dejó de importar. Palabras similares pronunció el fenecido periodista polaco Ryszard Kapuściński hace varias décadas. Y no hay nada más cierto que esto. Vende el morbo, vende el suspenso y la trama de la novela turca aplicada al contexto puertorriqueño. No vende la educación ni la profundización de temas para el mejor entendimiento de los mismos.
Debemos entender que en nuestra sociedad capitalista neoliberal, los medios de comunicación nacionales solo existen para alimentar sus propias agendas en la tarea de vender y competir con otros medios. Son empresas comprometidas con su bolsillo, no con el bienestar y la educación del pueblo. Y mientras sigamos consumiendo solo estos contenidos mediáticos, es imposible hablar de progreso, de bienestar colectivo, de equidad y de una mejor sociedad para todos.
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